Ella solía buscar en lugares equivocados, eso que no se
busca, eso que siempre estuvo. Es que no lo sabía, entonces se perdía entre la
masa dormida, cientos de seres viviendo, siempre igual, mediocridad que abruma.
Sus días eran monótonos, grises, casi sin sentido. No sabía que existía, nadie
le dijo que era necesaria, nunca confió en su intuición. Habló más de lo que
hizo.
Un día prefirió apagarse, al menos ese era un gesto de
rebeldía y allí, entre la niebla de no saber, donde la confusión ahoga,
despertó. Sus ojos se abrieron, el reloj despertador le avisaba que eran las 7
a.m. Se levantó de la cama y abrió la ventana. Fue entonces cuando todos sus
oscuros pájaros entraron en bandadas al cuarto, transformándose en alas de
posibilidades.
Salió a la calle y respiró profundo, sus pulmones sonrieron,
su piel se erizó. Porque de vez en cuando es bueno tocar fondo para dejar de
lastimarse, fantasmas. Permitir que el sol salga en nuestro pecho, amanecer el
alma y que la noche sólo existía para mostrarnos las estrellas…
No hay comentarios:
Publicar un comentario